
Una nutrición bien orientada durante los años de la senectud puede promover y mantener la salud, retrasar algunos cambios del envejecimiento, prevenir las enfermedades y ayudar en la recuperación de las mismas con la disminución de la morbilidad en la vejez.
Sus necesidades nutritivas son igualmente precisas para el mantenimiento del organismo, considerando en esta etapa las necesidades calóricas y de los micronutrientes. Sin embargo, hay que tomar en cuenta las enfermedades que están asociadas a esta etapa, como la hipertensión arterial, diabetes sacarina, arteriosclerosis, osteoporosis, obesidad, gota y cáncer; y los principales problemas dietéticos, como la anemia, desnutrición, obesidad, estreñimiento, escorbuto y deficiencia de vitamina D.
Entre los factores que intervienen en la nutrición del adulto mayor se encuentran los cambios propios del envejecimiento, los hábitos alimentarios que están muy arraigados, la actividad física, los estilos de vida, nivel de instrucción, las redes sociales y familiares, la actividad mental y psicológica, el estado de salud o enfermedad y restricciones.
La composición corporal cambia con la edad, produciéndose una disminución de la masa magra y masa mineral, junto con un aumento de la proporción de grasa en el organismo.
Es por ello que una correcta, adecuada y equilibrada nutrición es parte importante para el mantenimiento de la salud durante la vida y no será una excepción durante esta etapa.
Guía de alimentación
Hay que reducir las grasas “malas” que contienen ácidos grasos saturados y consumir grasas “buenas” que contengan ácidos grasos mono y polisaturados. Éstas se encuentran en mayor cantidad en las grasas vegetales y en el pescado.
Si no se limitan los alimentos ricos en calorías como dulces, legumbres (moderado), azúcar, grasas y alcohol, corremos el peligro de que caigan en la obesidad, con aumento de colesterol y otras grasas, que seguramente son la causa de las enfermedades cardiovasculares.
En los adultos mayores, como la capacidad para metabolizar los azúcares está disminuida y éstos pasan directamente a la sangre, se debe reducir el consumo de azúcares simples y reemplazarlos por azúcares complejos que se encuentran en vegetales, cereales, frutas, legumbres y papas, principalmente.
Las proteínas, no se reducen con la edad, sino que más bien se eleva su aporte de la dieta; se deben consumir proteínas de alto valor biológico o sea de origen animal (ricas en aminoácidos esenciales).
El agua, se recomienda un promedio de 1 – 1,5 L/d, si no hay contraindicación, para mantener una buena diuresis, prevenir la deshidratación y mejorar el aspecto de la piel.
La vitaminas, se recomienda para la persona adulta mayor un aumento de éstas cuya fuente principal en frutas y verduras.
OFELIA ARENAS ORTEGA
NUTRICIONISTA Y DIETISTA
Hospital de especialidades médicas en Cancún